Sabemos que la edad trae consigo la aparición de arrugas. Sin embargo, ¿qué es lo que realmente sucede al interior de tu piel?
¿Por qué ocurre?
El colágeno y la elastina que producen los fibroblastos forman las principales fibras conectivas que mantienen la piel elástica y sin arrugas. Una piel joven tiene una buena cantidad de colágeno; sin embargo, con el paso de los años, la regeneración natural de colágeno se va perdiendo. El colágeno restante se endurece en un proceso llamado glicación.
El poco colágeno que se produce al envejecer tiene fibras más cortas, lo cual hace que los fibroblastos se desorganicen. Esto hace que la estructura de soporte de la dermis (proteínas y elastina) pierda la capacidad de recuperar su forma. Esto se manifiesta en arrugas y en flacidez de la piel.
Los lípidos forman la capa protectora de humedad de la piel. Con el paso del tiempo, la producción natural de lípidos disminuye y la barrera protectora de la piel se hace más delgada y débil. Como consecuencia, la epidermis pierde la capacidad de retener la humedad y es más propensa a resequedad e irritación.
Podría parecer que una menor cantidad de grasa en la piel es algo bueno. Sin embargo, si no se produce suficiente grasa en las capas internas de la piel, la piel en su exterior puede volverse muy seca. En este punto, tu rutina de anti-edad se vuelve muy importante. No se trata solamente de hacer que tu piel se vea más lisa al exterior, sino también de mantenerla sana al interior.
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